España es uno de los países más longevos del mundo. El acelerado envejecimiento de la población plantea desafíos formidables para las residencias de mayores y el sistema de cuidados. ¿Están nuestras residencias preparadas para atender a una población senior cada vez más numerosa, longeva y exigente? En este artículo analizamos los retos urgentes que enfrentan las residencias ante esta realidad demográfica, desde la falta de plazas disponibles hasta la necesidad de más personal y recursos, pasando por reformas en la legislación y la coordinación de cuidados.
Una población cada vez más mayor: el desafío demográfico
Las cifras hablan por sí solas. España, con la mayor esperanza de vida de Europa, verá cómo su pirámide poblacional se invierte en las próximas décadas. Para el año 2050, se estima que casi un tercio de la población española tendrá más de 65 años. Eso equivale a unos 17 millones de personas mayores, de las cuales más de 5,5 millones superarán los 80 años. Este envejecimiento masivo y acelerado “no es una cuestión baladí”, según señalaron los expertos, sino “una realidad que plantea unos retos importantísimos a la hora de planificar y establecer criterios de atención y cuidado para ese segmento de la población”.
Uno de los primeros retos evidentes es el incremento de la demanda de cuidados de larga duración. A más personas muy mayores, muchas con enfermedades crónicas o situaciones de dependencia, mayor será la necesidad de plazas en residencias, centros de día y servicios asistenciales. Actualmente, ya se percibe desajuste: “los recursos ahora mismo son insuficientes” en el ámbito residencial, y si “no se activan medidas casi urgentes”, lo seguirán siendo en el futuro inmediato. De hecho, en España miles de ancianos esperan por una plaza: según datos mencionados, más de 133.000 personas están pendientes de entrar en el sistema de dependencia, muchas de ellas a la espera de una plaza residencial. Esto incluye a mayores con grado reconocido de dependencia moderada o severa que aún no reciben el servicio necesario.
Falta de plazas y financiación insuficiente
El déficit de plazas residenciales es quizás el reto más acuciante. La Organización Mundial de la Salud recomienda contar con 5 plazas residenciales por cada 100 mayores de 65 años (5%). En España estamos por debajo de ese ratio. Para equipararnos, harían falta más de 85.000 plazas adicionales en residencias. Alcanzar ese objetivo requiere invertir en la creación de nuevos centros o ampliar los existentes, lo cual conlleva una fuerte inversión económica.
Aquí surge otro desafío: la financiación y sostenibilidad del sistema. Los portavoces del sector señalan que con el envejecimiento acelerado “es muy difícil que la administración tenga recursos suficientes para dar respuesta a esta demanda que crece constantemente”. Esto implica tomar decisiones políticas y presupuestarias importantes. Será necesario aumentar la partida destinada a dependencia, buscar fórmulas de colaboración público-privada (lo abordaremos más adelante) y quizás replantear el modelo de copago o seguros, de forma que se pueda sostener el incremento en los costes de atención.
Actualmente también existe desigualdad entre comunidades autónomas en cuanto a recursos destinados a residencias. Hay regiones con ratios de plazas y niveles de financiación más altos que otras. Por ejemplo, el coste plaza pública financiada varía enormemente de una comunidad a otra. Para afrontar el reto a nivel país, sería deseable unificar criterios y garantizar estándares mínimos en toda España, evitando “17 realidades distintas”. Este es uno de los motivos por los que se propugna un Pacto Nacional por la Dependencia, que blinde estos asuntos más allá de los vaivenes políticos (ver artículo específico sobre el Pacto).
Perfiles más dependientes y necesidad de más personal
El perfil de los residentes también ha cambiado: cada vez ingresan personas de mayor edad y con patologías más complejas, como demencias avanzadas (Alzhéimer, Parkinson) u otras enfermedades crónicas múltiples. Atender a mayores con grandes dependencias requiere más personal y más especializado. Aquí nos topamos con el reto de la falta de profesionales geriátricos, un problema enorme del sector (desarrollado con detalle en el siguiente artículo). En pocas palabras, ya hoy cuesta encontrar personal cualificado suficiente – desde gerocultores hasta enfermeros o médicos –, y las condiciones laborales poco atractivas provocan fugas hacia otros sectores. Si no se corrige esta tendencia, será difícil ampliar y mantener la calidad de la atención en más plazas residenciales.
Asimismo, mantener la calidad asistencial con residentes muy dependientes implica ratios de personal más altos (más cuidadores por residente) y formación continua en nuevas técnicas de cuidado. Los expertos abogan por equipos multidisciplinares sólidos en cada residencia, incorporando por ejemplo fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y psicólogos en número acorde a los residentes. También señalan la importancia de mejorar las condiciones laborales para atraer vocaciones y evitar que los profesionales “quemen” por sobrecarga.
Innovación y coordinación sociosanitaria
Otro desafío es cómo adaptar el modelo de residencia a los nuevos tiempos. Por un lado, la innovación tecnológica puede y debe jugar un papel (historiales clínicos electrónicos integrados, telemedicina, sensores para prevención de caídas, etc.). Por otro, la coordinación con el sistema sanitario es crucial. Los residentes suelen tener múltiples problemas de salud, y se necesita una integración ágil con hospitales y centros de salud. Se demanda “una verdadera coordinación sociosanitaria real y efectiva con nuestros centros”, de modo que la atención médica esté protocolizada y disponible sin demoras. La pandemia de COVID-19 enseñó duramente la importancia de este vínculo: residencias y sanidad deben trabajar de la mano para proteger a los mayores, compartir información y actuar rápidamente ante emergencias.
Finalmente, hay un reto de percepción social: dignificar la imagen de las residencias y demostrar su valía. Tras la pandemia, la reputación de estos centros sufrió (muchas veces de forma injusta). Sin embargo, los profesionales insisten en que la residencia es y será un pilar fundamental en el cuidado de nuestros mayores más frágiles: “la residencia es un valor al alza. No van a desaparecer nunca, porque cada vez hay más dependientes… probablemente tengamos que doblar la capacidad asistencial que tenemos”. En otras palabras, las residencias seguirán siendo necesarias y habrá que expandirlas y mejorarlas, no estigmatizarlas.
Conclusión: Planificación y compromiso inmediato
Los retos que plantea el envejecimiento de la población a las residencias de mayores en España son enormes, pero no insuperables si se actúa con previsión y voluntad. Es urgente planificar con décadas de antelación: invertir en más plazas, en formar y contratar más personal, en tecnologías de apoyo y en marcos legales que garanticen la calidad y la equidad en todos los territorios. Como sociedad, nos corresponde exigir a las administraciones este compromiso, pero también informarnos y prepararnos a nivel familiar. El futuro nos alcanzará a todos – si tienes padres mayores o incluso pensando en tu propia vejez, interesa involucrarse en este debate. Conociendo los retos, podemos apoyar soluciones: desde participar en iniciativas locales de voluntariado y cuidado comunitario, hasta apoyar políticas públicas que prioricen a nuestros mayores. El envejecimiento poblacional es un logro de la humanidad; hagamos ahora lo posible para que también sea un triunfo de los cuidados y la dignidad.
Vídeo completo de la mesa redonda “Presente y Futuro de las Residencias”