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El papel de la familia en el cuidado de mayores: apoyo emocional, coordinación y alivio diario

La familia es, con frecuencia, la columna vertebral en el cuidado de las personas mayores. Hijos, hijas, cónyuges, nietos… juegan distintos roles: desde proporcionar compañía y afecto hasta asumir tareas de cuidador o gestionar la ayuda externa. En este artículo profundizamos en cómo la familia contribuye al bienestar del mayor y cómo puede organizarse para brindar apoyo emocional, coordinarse con profesionales y a la vez encontrar alivio en la carga diaria del cuidado.

Apoyo emocional insustituible

Nada puede reemplazar el amor y la familiaridad que brinda la familia a un adulto mayor. Los profesionales (médicos, cuidadores) son vitales en el aspecto físico, pero el acompañamiento afectivo de un ser querido es único. La familia aporta eso especial: conversaciones sobre recuerdos comunes, muestras de cariño auténtico, esa sensación de pertenencia que ningún entorno profesional puede imitar.

Para un anciano, saber que su familia está presente, preocupada por él, es un gran motivo de tranquilidad. Las visitas regulares, las llamadas telefónicas, incluso pequeños gestos como colgar fotos de la familia en su habitación de la residencia, fortalecen su autoestima y alegría. Muchas personas mayores temen ser una carga; cuando la familia les demuestra paciencia y amor, ese miedo disminuye.

En la mesa redonda se recalcó que los centros (residencias y de día) deben trabajar para que “los mayores se sientan útiles y visibles, que formen parte de algo”. La familia puede contribuir a esto involucrando al mayor: pedirle consejo en decisiones familiares (aunque sea simbólico), invitarle a eventos (cumpleaños, reuniones) adaptados a sus capacidades, etc. Todo ello le hace sentir que sigue siendo un miembro valioso del clan, no alguien apartado.

Coordinación con profesionales y toma de decisiones

El cuidado de mayores hoy suele ser un esfuerzo compartido entre familia y profesionales. La familia, además de dar apoyo emocional, a menudo se convierte en gestora y coordinadora de la atención.

¿Qué implica esto? Por un lado, estar en comunicación constante con cuidadores, enfermeros, médicos o trabajadores sociales involucrados. La familia conoce mejor que nadie las rutinas, gustos y necesidades del mayor, y debe transmitir esa información a los profesionales. Por ejemplo, avisar en la residencia que a papá le gusta tomar una infusión antes de dormir, o que es diabético y prefiere merienda sin azúcar. Esta coordinación asegura una atención más personalizada.

También significa tomar decisiones difíciles en nombre del mayor cuando este ya no puede. Elegir un centro de día o residencia, autorizar tratamientos médicos, gestionar finanzas para pagar cuidados, etc. Son decisiones delicadas donde la familia debe buscar siempre el beneficio del mayor, a veces incluso anteponiendo su seguridad a sus deseos (por ejemplo, insistir en que use un andador aunque se resista, para evitar caídas).

La familia actúa muchas veces como “administradora” del cuidado: contrata a una cuidadora, solicita la valoración de dependencia y ayudas (PEVS, teleasistencia), organiza turnos entre hermanos para llevarle a citas médicas, etc. Un buen reparto de responsabilidades entre familiares es clave para no sobrecargar a uno solo.

En algunos casos, las familias son pequeñas o están lejos. En la mesa redonda se puso el ejemplo de residentes extranjeros en España sin familia cercana, donde la residencia tuvo que asumir ese rol de gestión social (desde trámites hasta venta de vivienda). Esto nos recuerda cuánto hacen normalmente las familias: cuando faltan, hay que reemplazar su función con trabajadores sociales u otras figuras. En España, la mayoría de los mayores sí cuentan con familia involucrada, y ese vínculo familiar cercano hace una gran diferencia en su bienestar.

Respiro y alivio para la familia cuidadora

Cuidar a un adulto mayor dependiente puede ser agotador física y emocionalmente. Es común que familiares (sobre todo cónyuges ancianos o hijos/as) enfrenten estrés, cansancio e incluso problemas de salud por la dedicación continua. Por eso, es fundamental hablar del autocuidado del cuidador y del respiro familiar.

Los recursos como centros de día, residencias temporales (respiros) o ayuda a domicilio existen precisamente para dar alivio a la familia. Usarlos no es un fracaso, al contrario, permite que la familia siga cuidando sin quebrarse. Como mencionó un especialista, los centros de día “suponen un respiro familiar… una relajación durante todo ese tiempo que las personas permanecen en nuestro centro”, evitando la sobrecarga absoluta del cuidador.

Repartir las tareas entre varios familiares también es saludable. Si toda la carga recae en uno, es receta de agotamiento. Lo ideal es que unos se turnen para visitas, otros para compras o gestiones, etc., según posibilidades. Y, si la familia es muy pequeña, no dudar en apoyarse en servicios externos (cuidadores profesionales, estancias cortas en residencia para descansar, etc.). Un cuidador descansado cuidará mejor.

La comunicación honesta en la familia es clave: expresar “necesito ayuda”, planificar juntos. Cuidar a un padre o madre mayor suele unir a la familia si se maneja con cooperación, o lamentablemente generar roces si no se reparten bien las responsabilidades. Por ello, se sugiere hacer reuniones familiares periódicas sobre el cuidado, para ajustar planes y apoyarse mutuamente.

Además, aunque suene paradójico, la familia también debe saber delegar. A veces por cariño o sentimiento de deber, los hijos quieren hacerlo todo ellos mismos, pero eso puede no ser lo mejor. Permitir que profesionales hagan ciertas labores (baño, movilizaciones) quita peso físico, y la familia puede enfocarse en lo emocional y social, en ser compañía de calidad más que enfermeros improvisados.

El equilibrio entre cuidar y cuidarse

El papel de la familia en el cuidado de mayores es fundamental, pero debe buscar un equilibrio. Ni desvincularse por completo (salvo que no haya más remedio), ni absorber toda la carga sin apoyos.

Una familia presente aporta felicidad y seguridad al anciano. Los profesionales en la mesa redonda recordaron la importancia del “respiro familiar” no solo para la familia sino para el propio mayor. ¿Por qué? Porque un cuidador familiar agotado puede volverse impaciente o deprimido, y eso el mayor lo percibe. En cambio, si la familia se cuida, cuando esté con el mayor podrá darle su mejor versión: paciencia, sonrisas, escucha.

En conclusión, la familia es sostén emocional, coordinadora de cuidados y a veces cuidadora directa. Desempeña un rol polifacético que es insustituible. Apoyar a la familia cuidadora es apoyar al mayor. Si tienes un ser querido mayor en dependencia, recuerda: tu cariño y presencia son lo más importante que le puedes dar. Y para poder seguir dándolos, no temas buscar ayuda, planificar descansos y compartir la tarea. Cuidar es un acto de amor, y parte de ese amor es asegurarte de no hacerlo en soledad. En equipo –familia, profesionales y recursos– el cuidado será mejor y más llevadero para todos.

Vídeo completo de la mesa redonda “Presente y Futuro de las Residencias”

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