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Unidades de convivencia en residencias: así mejora la calidad de vida de los mayores

Las “unidades de convivencia” son uno de los conceptos más innovadores en el diseño de residencias de mayores modernas. Se trata de pequeños grupos de residentes que conviven en ambientes similares a un hogar, dentro de una residencia más grande. Este modelo está ganando terreno en España como alternativa al esquema tradicional de residencias masificadas. ¿Cómo funcionan estas unidades y en qué mejoran la calidad de vida de los mayores? Vamos a descubrirlo.

¿Qué son las unidades de convivencia?

Una unidad de convivencia es, esencialmente, una mini-residencia dentro de la residencia. Consiste en agrupar a los mayores en unidades más reducidas, típicamente de entre 15 y 25 residentes, que comparten espacios comunes más íntimos: su propia sala de estar, comedor, incluso una pequeña cocina o office, emulando un hogar familiar. Cada unidad cuenta con un equipo de cuidadores asignado de forma fija, de modo que residentes y personal se conocen muy bien y mantienen una relación cercana y estable.

Este modelo contrasta con las residencias tradicionales en las que decenas (o cientos) de usuarios comparten grandes comedores o salas, atendidos por turnos de personal que rotan por todo el centro. En las unidades de convivencia, el día a día es más personalizado y hogareño. Por ejemplo, en lugar de un gran comedor para 100 personas, cada unidad de 20 residentes tiene su comedor, donde comen casi “en familia” con ayuda del cuidador. Las rutinas pueden adaptarse mejor a cada grupo pequeño: si en una unidad todos son madrugadores, pueden desayunar antes; si en otra la mayoría prefiere ver una película por la tarde, se organiza solo para ellos. Así se flexibiliza la atención según las características de ese grupito.

Las autoridades y expertos están impulsando este modelo. En la Región de Murcia, por ejemplo, el nuevo decreto de acreditación de residencias limita el tamaño máximo de los centros a 125 plazas y establece la creación de unidades de convivencia de 25 plazas cada una. Esto garantiza que, aunque una residencia sea grande, esté siempre subdividida internamente en espacios más humanos y manejables.

Beneficios para los mayores: vivir en un ambiente más humano

Implementar unidades de convivencia trae múltiples beneficios para la calidad de vida de los residentes:

  • Ambiente familiar y cálido: Los mayores se sienten menos perdidos o abrumados que en una macro-residencia. Al moverse siempre en su unidad (su comedor, su sala, con sus compañeros habituales), la residencia se asemeja más a “estar en casa”. Se crean lazos afectivos más fuertes entre residentes, que llegan a conocerse todos, y entre residentes y cuidadores de la unidad. El trato es más cercano y personalizado, ya que el personal fijo sabe los gustos y necesidades de “sus” 20 residentes al dedillo.
  • Mayor autonomía y participación: En estas unidades se suele incentivar que los mayores participen en pequeñas tareas cotidianas según sus capacidades: algunos ayudan a poner la mesa, otros riegan las plantas de la salita, etc., como lo harían en su hogar. Esto les hace sentir útiles y activos. Además, tienen más voz en las decisiones del día a día de la unidad: por ejemplo, pueden proponer el menú de alguna comida especial, elegir qué película ver juntos o cómo decorar la sala en Navidad. Al reducir la escala, “se pretende dotar al residente de un mayor confort en su entorno y una más fácil integración” en la vida diaria.
  • Entorno seguro y adaptado: Cada unidad suele agrupar residentes con perfiles relativamente homogéneos en nivel de autonomía o tipo de necesidades. Por ejemplo, puede haber una unidad de personas con demencia moderada, otra de personas físicamente dependientes pero cognitivamente bien, etc. Esto facilita que las actividades y cuidados se ajusten mejor. También mejora la seguridad: es más fácil supervisar a 20 personas en un espacio acotado que a 100 dispersas. Si alguien necesita ayuda urgente, el cuidador de la unidad está cerca. Asimismo, al convivir siempre juntos, es más evidente si un residente tiene un cambio de comportamiento o salud, porque el equipo pequeño lo nota enseguida y puede reaccionar.
  • Continuidad de los cuidados: Al tener equipos de atención asignados por unidad, se crea una continuidad asistencial. El auxiliar o enfermera conoce el historial de cada uno, sabe cómo pasó la noche anterior, si estuvo triste por alguna noticia, etc. Esto permite anticiparse mejor a sus necesidades. La confianza y el afecto que se generan también aportan bienestar emocional: los mayores ven a sus cuidadores casi como familia, y viceversa.

Un ejemplo práctico de unidad de convivencia

Imaginemos una residencia de 100 plazas dividida en 5 unidades de convivencia de 20 personas. Cada unidad ocupa una planta o ala del edificio, con sus habitaciones alrededor de una sala común. En la Unidad A, por ejemplo, viven 20 señoras con dependencia leve-moderada. Cada mañana, Rosa, su auxiliar de referencia, las ayuda a asearse y arreglarse; muchas ya se saben el orden y hasta bromean entre ellas. Desayunan juntas en su pequeña sala: Carmen prepara las tostadas (porque le encanta ayudar) y Josefa sirve el café (era su costumbre en casa). Después, un animador viene solo para esta unidad y realiza con ellas una terapia de reminiscencia en la que todas participan activamente porque se sienten en confianza. A mediodía, comen en su mesita grupal, comentando la novela que ven siempre juntas. Por la tarde, si alguna está cansada puede subir a descansar a su cuarto sin tener que esperar a que “toda la residencia” termine la actividad, porque en su unidad hay flexibilidad.

Este escenario, que sería difícil de lograr en un modelo masificado, es habitual en unidades de convivencia. Todo fluye de forma más personalizada, flexible y respetuosa con los ritmos de los mayores.

Conclusión: Pequeñas comunidades, grandes logros

Las unidades de convivencia están demostrando que dividir humaniza: cuando reducimos la escala en las residencias, ganamos en calidad de vida para los residentes. Estas pequeñas comunidades permiten una atención verdaderamente centrada en la persona, fomentan lazos sociales fuertes y otorgan a los mayores un mayor sentido de pertenencia y control sobre su día a día.

Si estás explorando opciones de residencia para un familiar, pregunta si el centro cuenta con unidades de convivencia o modelos similares. Verás que en estos casos el ambiente suele ser más acogedor y los residentes lucen más activos y satisfechos. El futuro de las residencias de mayores en España pasa por aquí: por hacer que incluso en un centro con muchos usuarios, cada persona sienta que vive en su hogar, rodeada de su “segunda familia”. Y las unidades de convivencia son, sin duda, un camino probado hacia ese objetivo.

Vídeo completo de la mesa redonda “Presente y Futuro de las Residencias”

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