“No hay manos suficientes.” Esta frase se escucha con preocupación en el sector geriátrico español. La falta de personal cualificado para cuidar a las personas mayores es uno de los mayores desafíos que enfrentan residencias y servicios de atención. El problema se agrava a medida que la demanda crece y el trabajo con personas dependientes sigue sin estar suficientemente valorado. En este artículo analizamos las causas de esta escasez de profesionales (gerocultores, enfermería, médicos, terapeutas…), sus consecuencias sobre la calidad de los cuidados, y lo más importante, qué soluciones se vislumbran para superar este desafío.
Un sector vocacional en crisis de personal
Cuidar a personas mayores en situación de dependencia requiere una enorme vocación. Quienes trabajan en residencias y servicios geriátricos suelen sentir verdadero amor por su labor. Sin embargo, como apuntó un experto, “no puede ser que el compromiso ético de los profesionales siga cubriendo las carencias del déficit estructural”. Es decir, no basta con la buena voluntad: si las condiciones no acompañan, los trabajadores terminan agotándose o marchándose a otros ámbitos.
Hoy ya vemos dificultades para cubrir ciertos puestos. Los directores de centros alertan que cada vez cuesta más encontrar gerocultores, enfermeros e incluso médicos dispuestos a trabajar en geriatría. “Cada vez va a más” – comentaban en la mesa redonda – la escasez de candidatos, comenzando por enfermeras (DUE) y médicos, y ahora también auxiliares de geriatría (gerocultores). ¿La razón principal? Las condiciones laborales poco competitivas. Muchos profesionales formados terminan marchándose a la sanidad pública (hospitales, atención primaria) u otros sectores donde se les ofrece mejor salario y contratos más estables. Un ejemplo citado fue esclarecedor: “mientras que un DUE en nuestros recursos puede cobrar X, en un centro sanitario público duplica o triplica esa cifra… contra eso no se puede luchar”. Con esta brecha salarial y de estabilidad, no es de extrañar que cuando se abren bolsas de empleo público, “se nos complica la vida un montón porque todo el mundo se va”.
A esta fuga se suma el hecho de que la nueva generación de trabajadores parece menos dispuesta a aceptar condiciones duras (turnos largos, trabajo físicamente exigente, sueldos modestos). El sector geriátrico compite en el mercado laboral con hospitales, clínicas privadas e incluso otros sectores como turismo o comercio, y de momento está perdiendo la partida en atraer y retener talento.
Impacto en la calidad asistencial
La falta de personal tiene consecuencias directas en la calidad de la atención a nuestros mayores. Si una residencia no logra cubrir todas sus plazas de cuidadores, el personal existente tiene que multiplicarse para atender a más usuarios de los recomendados, lo que puede derivar en cansancio, estrés y menor capacidad de cada cuidador para dedicar tiempo de calidad a cada residente. Los ratios (número de cuidadores por residente) son fundamentales: cuando están por debajo de lo óptimo, se resiente desde la rapidez en atender un timbre, hasta la posibilidad de dar un paseo con un residente o sentarse a conversar (actividades que son importantes para el bienestar emocional).
Los profesionales del sector lo viven con preocupación: “Es muy difícil hoy en día sostener estos espacios de cuidado… estamos a diario navegando al límite de la viabilidad”, explicó el presidente de una asociación de centros de día. Él mismo indicó que tienen equipos cada vez más numerosos y cualificados, pero que “a día de hoy es una batalla continua y constante… poder sostener este modelo de atención”, porque faltan recursos para contratar más gente. En muchos centros, los trabajadores hacen horas extra o un sobreesfuerzo por pura vocación, pero esta situación no es sostenible en el tiempo.
Además, el perfil más complejo de los mayores actuales (más enfermos, más dependientes) exige más especialización. No se trata solo de cantidad de personal, sino de formación específica en geriatría, demencias, cuidados paliativos, etc. La falta de enfermeros geriátricos, por ejemplo, dificulta implantar programas avanzados de atención sanitaria en residencias. También la rotación frecuente de personal (por abandonos) impide la continuidad en los cuidados, algo fundamental para generar confianza con los mayores.
Soluciones: dignificar la profesión y atraer talento
¿Cómo superar este gran desafío? Los expertos coinciden en varias líneas de acción:
- Mejorar las condiciones laborales: Es imprescindible equiparar, en la medida de lo posible, salarios y estabilidad de los profesionales geriátricos con los del sector público sanitario. Dignificar la profesión significa reconocer económicamente su valor. También ofrecer contratos indefinidos o de larga duración, jornadas compatibles con la vida personal, y reemplazos suficientes para cubrir vacaciones y bajas sin sobrecargar al resto del equipo. Solo así dejaremos de “formar para que se vayan” y lograremos que más jóvenes vean atractiva esta carrera.
- Formación y especialización: Potenciar la formación profesional y universitaria en gerontología y geriatría. Crear más plazas de formación profesional de técnico en cuidados auxiliares de enfermería con especialidad geriátrica, incentivar que enfermería y medicina hagan másteres o especializaciones en geriatría, etc. Un profesional más formado se siente también más seguro y valorado en su trabajo. Asimismo, ofrecer formación continua al personal en activo ayuda a retenerlo.
- Visibilizar y valorar socialmente el cuidado: Históricamente, el cuidado de mayores ha estado infravalorado (muchas veces recayendo en mujeres de la familia sin remuneración). Urge un cambio cultural donde se reconozca que cuidar a los mayores es una tarea esencial y muy exigente. Campañas de sensibilización, testimonios que destaquen lo gratificante de la profesión, premios o reconocimientos a cuidadores ejemplares… todo suma para prestigiar el sector.
- Innovación y apoyos técnicos: La tecnología también puede aliviar la carga de trabajo en ciertas tareas, permitiendo a los cuidadores centrarse en lo humano. Por ejemplo, contar con grúas y ayudas mecánicas suficientes para movilizar pacientes, sistemas electrónicos que automaticen registros y documentación (ahorrando tiempo de papeleo), o incluso robots asistentes para recordatorios de medicación, puede liberar parte del tiempo del cuidador. Esto no sustituye al humano, pero facilita la tarea profesional diaria y permite dedicar más tiempo directo a los mayores.
- Coordinación con el sistema público: Otra solución es que los servicios públicos (sanidad, dependencia) apoyen más a las residencias. Por ejemplo, con enfermeras a domicilio de apoyo, médicos de atención primaria vinculados a cada residencia, etc., de modo que el personal interno no cargue con todo. La verdadera coordinación sociosanitaria aliviaría trabajo y daría respaldo a los equipos (por ejemplo, que un geriatra del sistema público supervise varios centros de su zona).
En conclusión, superar la falta de personal en geriatría exigirá inversiones y cambios estructurales importantes, pero es inaplazable. Los mayores lo merecen y los trabajadores también.
Conclusión: Cuidar a quienes nos cuidan
La escasez de personal en el cuidado de mayores es un problema de todos: afecta a la calidad de vida de nuestros mayores y a la sostenibilidad futura de los cuidados. La buena noticia es que existen soluciones conocidas; la cuestión es implementarlas con urgencia. Como familiares o ciudadanos, podemos ayudar reconociendo la labor de los cuidadores, agradeciendo y respetando su trabajo, y apoyando las mejoras laborales que reclaman. También, si alguien siente la vocación de cuidar, animarle a formarse en geriatría: es un campo con enorme demanda donde puede marcar una gran diferencia humana. En definitiva, para garantizar un envejecimiento digno, necesitamos profesionales suficientes y motivados. Cuidemos a quienes cuidan, invirtiendo en ellos, porque en sus manos está el bienestar de nuestros seres queridos más frágiles.
Vídeo completo de la mesa redonda “Presente y Futuro de las Residencias”